jeudi 15 janvier 2009

Barbarie en la Franja de Gaza

El filósofo Gonzalo Gamio Gehri ha publicado en su blog personal la siguiente reflexión sobre los acontecimientos sangrientos y bárbaros que se están dando en la Franja de Gaza. He aquí lo que piensa un intelectual peruano responsable y con un sentido de la moral y de la Historia.


BARBARIE EN LA FRANJA DE GAZA

Por Gonzalo Gamio Gehri




Esta semana han aparecido en La República dos sesudos artículos sobre el tema del conflicto en la franja de Gaza: El martirio de Gaza, del historiador Nelson Manrique, y La solución final, firmado por Alberto Adrianzén. Se trata de dos aproximaciones críticas a la acción del Estado israelí, que ha convertido en Gaza en un auténtico gueto palestino, que hoy sufre ataques sistemáticos contra su población. El Estado israelí aduce que los bombardeos pretenden destruir la infraestructura terrorista del movimiento islamista Hamás, pero la absoluta asimetría en cuanto al armamento y la crueldad del Operativo Plomo Fundido revelan otros propósitos de corte militar y político. Se trataría de propiciar una radicalización del conflicto que refuerce la situación de la ultraderecha israelí de cara a las próximas elecciones y de presionar al Presidente electo norteamericano Barack Obama para definir la posición de su futuro gobierno en un conflicto armado de mayor escala.

El texto de Manrique apunta al examen de los fundamentos políticos y culturales de este penoso conflicto. Para tal fin, evoca las reflexiones de Isaac Deutscher, historiador judío polaco, autor del libro El judío no sionista. Siguiendo a este importante intelectual, Manrique sostiene que los sectores extremistas de ambos lados bloquearon cualquier posibilidad de lograr la paz en tiempos en los que Rabín y Arafat estaban a punto de llegar un acuerdo. El columnista – siguiendo a Deutscher – nos invita a no caer en la trampa (o quizá en el chantaje) de ciertos sectores radicales de la postura israelí que consideran que cualquier crítica al proyecto sionista puede ser acusada de antisemitismo. Del mismo modo, cuestiona severamente la actitud del Estado de Israel frente a la población palestina:

“Deutscher proponía una analogía muy sugestiva para analizar la situación: un hombre atrapado en un edificio que está en llamas se lanza por la ventana para no morir y en su caída hiere gravemente a un transeúnte, cuyo cuerpo amortigua el golpe, salvándole la vida. ¿Qué debería hacer quien así se ha salvado? ¿Golpear al transeúnte y llenarlo de injurias, o apresurarse a disculparse con él, explicarle lo sucedido, confortarlo y curarlo? Quien saltó del edificio en llamas eran para Deutscher los judíos que huyendo el Holocausto ocuparon Palestina. El transeúnte herido los palestinos, sobre cuyo territorio se refugiaron quienes huían de la Europa cristiana; la de los innumerables pogroms contra los judíos por más de un milenio, que finalmente culminaron en la Shoá, en los campos nazis de exterminio. Deutscher abogaba por una coexistencia pacífica y armoniosa entre judíos y palestinos, un ideal al cual, por un camino radicalmente distinto, llegó también otro judío, Yitzhak Rabin, combatiente, militar y primer ministro de Israel, e inicialmente un halcón entre los halcones del sionismo, al que la vida llevó a la convicción de que la única salida al drama era la negociación y la paz dialogada: “Fui hombre de armas durante 27 años –dijo en su discurso final–. Mientras no había oportunidad para la paz, se desarrollaron múltiples guerras. Hoy, estoy convencido de la oportunidad que tenemos de realizar la paz”.
La oportunidad se abrió cuando la al Fatah de Yasser Arafat decidió reconocer el derecho de Israel a existir, abriendo la negociación por la que Arafat, Rabin y Shimon Peres (que como presidente de Israel avala la barbarie) recibieron el Nobel de la Paz. Rabin fue abatido por un judío fundamentalista de derecha pocos minutos después de pronunciar estas palabras, el 4/11/95 y su muerte abrió el camino al triunfo de los extremistas judíos y palestinos, y a la espiral de guerra, dolor y destrucción que tienen su última expresión hoy, en el martirio de Gaza.”

Aquí se plantean algunas distinciones elementales, que considero fundamentales. El judaísmo es una religión (quizás una cultura). El sionismo es fundamentalmente (siguiendo a la principal de sus versiones) un proyecto político, consistente en darles a los hijos de Israel un territorio en el que pueda afirmarse un Estado (hay que decir que muchos pensadores y líderes religiosos judíos discreparon abiertamente con el sionismo). Semita es una de las razas humanas. Identificar la política del Estado israelí en Palestina como la “actitud de los judíos” refuerza una serie de prejuicios antiguos contra el judaísmo y la cultura hebrea que Occidente debe deplorar. Muchos intelectuales judíos profesaron un antisionismo político, o apostaron por la unión de israelíes y palestinos (Martin Buber). La figura del notable filósofo judío Maimónides – interculturalista medieval que escribió en hebreo y en árabe (en la imagen) – resulta ejemplar en estos contextos de crisis. ´

La metáfora del hombre que salva de morir y del herido que amortigua la caída retrata muy bien lo ocurrido en Palestina desde 1945, así como la actitud represiva y violenta del Estado de Israel. El artículo de Adranzén pretende demostrar que fueron los propios israelíes quienes violaron el alto al fuego de junio de 2008, con acciones violentistas que buscaban una respuesta en las fuerzas de Hamás. El autor señala que la conversión de la franja de Gaza en un gueto y su bombardeo obedece a un plan estratégico urdido en tiempos del régimen de Ariel Sharon. Sin duda, sus argumentos pueden resultar controversiales, pero se basan en el testimonio de personas que pertenecen al bando de Israel, pero que no dudan en asumir una perspectiva crítica respecto de su propio gobierno.

Parte de este plan, que habría sido diseñado desde Sharon, consistió en “la retirada israelí de Gaza, saludada por los ingenuos como una concesión o un acto de buena voluntad (que) tenía por objetivo convertir definitivamente la totalidad de ese exiguo territorio en un auténtico gueto. Para encerrar definitivamente a la población de Gaza era necesario desalojar primero a los colonos israelíes. Luego, siempre habría tiempo de reventar el absceso y limpiar de población árabe una zona que poco a poco se ha hecho inhabitable y que solo sobrevive gracias a la ayuda humanitaria internacional” (John Brown). Este proceso de “guetización” del pueblo palestino también se expresa en el ilegal e indecente Muro del Apartheid: “El 80% del muro está construido dentro del territorio ocupado de Cisjordania, aislando entre sí a comunidades y familias” (AI).
También se señala que otro componente de este plan fue el apoyo inicial a Hamas contra la OLP: “Al estallar la primera Intifada en 1987 el movimiento islámico oficialmente cambió su nombre por el de Hamas (acrónimo árabe de Movimiento de Resistencia Islámico) y se sumó a la lucha. Incluso entonces el Shin Bet (servicio de seguridad interior de Israel) no tomó ninguna medida contra ellos, mientras que los miembros de Fatah eran asesinados o encarcelados en gran número. Solo al cabo de un año los israelíes arrestaron al jeque Ahmed Yassin y a sus colegas” (Ury Avnery).”

Las interpretaciones sobre lo que está sucediendo en Gaza son tema de debate. Lo que es claro es que la población civil palestina está viviendo una verdadera catástrofe humanitaria, y que el actual gobierno israelí – aún en el caso (objeto de discusión) de que esté contestando o no los ataques de Hamás – está violando los Derechos Humanos de la gente del lugar, hecho que merece la condena de la opinión pública internacional. Muchos especialistas consideran que los bombardeos sobre la zona pueden obedecer a un proyecto de ‘limpieza étnica’. Adrianzén ha titulado su texto La solución final, en dolorosa alusión al perverso plan nazi de acabar con los judíos en el mundo, y con ello suscribe la tesis de que el operativo se enmarca en una estrategia de ‘limpieza étnica’. Muchos de los partidarios de las acciones en Gaza tienen parientes que fueron víctimas de la insania nazi: constituye un atentado contra la memoria de esas víctimas inocentes el negarse a aprender del terrible sufrimiento y la injusticia padecidos en la Shoá al permitir que se comentan las atrocidades que hoy se cometen contra la población palestina. Qué triste constatar que el territorio que tres religiones consideran Santo continúe siendo el escenario de la inmisericorde destrucción del prójimo, y que los diferentes grupos que están en pie de guerra no caigan finalmente en la cuenta de que no hay muertos ajenos.

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