lundi 22 décembre 2008

Tristes consuelos

Victor Coral, poeta, critico y memorioso lector, le ha encajado certero saetazo en el ojo al periodista y narrador Ivan Thays. Lo publica en su blog, con evidente sentido de la oportunidad, ahora que Thays se "ensalsa" a si mismo, fragil Whitman criollo. Dice de Thays (miren lo que resaltamos en azul):


Novela consuelo


Siempre lo he dicho: una de las mejores cosas que dejan las ferias de libro, en especial las de noviembre, son los libros que podemos comprar en los remates. Esta vez no fue distinto. Conseguí, entre muchas otras cosas, los dos volúmenes de Radiaciones (Tusquets, 1992), los diarios de guerra de Ernst Jünger.

En la página 452 del segundo volumen, hallo esta reflexión del 24 de julio de 1945:

Nunca dejarán de ser un consuelo los libros, cual naves ligeras y fiables para realizar viajes por el tiempo y por el espacio y más allá.
Mientras se tenga un libro a mano y ocio para leer, ninguna situación podrá ser desesperada, carecer completamente de libertad.

Cuenta Jünger que se hallaba en una precaria trinchera inundada, en pleno frente de batalla, cubierto con una calamina agujereada, soportando un bombardeo; pero a la vez se hallaba en el Berlín del diecinueve, pues leía Desvaríos, enredos, de Fontane. Y confiesa que le parece incluso tener “un recuerdo más vivo de los pormenores de la novela que de las incomodidades sufridas en aquella posición”.

Notable. La ficción vence los rigores de la realidad. La ficción más fuerte que la existencia misma. Entonces son, por cierto, más que meros consuelos las novelas –y mucho más la poesía-; son puertas abiertas a una realidad más amplia, más viva, diferente.

Pero lamentablemente hoy muchas novelas son un consuelo más bien triste. Un consuelo negativo. Son las ruinas de lo que pudieron ser, o de lo que sus autores pudieron dar. Da pena ver a escritores claudicando para tomar temas que no sienten y que, en el fondo, no les interesa, solo para tentar un reconocimiento. En ese caso la novela se convierte en un instrumento inerte, una tonta morisqueta incapaz de superar al más pálido recuerdo de la realidad que pretendió representar.

12 di tu verdad y rómpete

.

mardi 16 décembre 2008

Lo "light" y el hambre de reconocimiento

Uno de los fenómenos de la literatura peruana de los 90: el narrador "light" con hambre de reconocimiento y dispuesto a cualquier cosa para lograr el ansiado "éxito", esta representado mejor que nadie por Ivan Thays, que había llegado a la cuarentena con un par de libros "lights", aunque hechos con plomo, y con una enorme capacidad y experiencia en el arte de la autopromoción. Hoy presenta una nueva novela (dedicada a la "violencia", tema de moda entre los "lights") y esto es motivo para que, otra vez, exhiba su incontrolable y casi obscena capacidad para hablar de sí mismo. Estamos ante un auténtico fenómeno y, como se impone sin ningún pudor ni escrúpulo, y hay que padecerlo, pues estudiémoslo en todos sus aspectos. Muchos de los que sufren su babeante autoadoración estamos seguros que harán una "pichanguita" y contribuirán al esfuerzo. El espécimen vale la pena. Nadie como Thays para exhibir las capacidades y los limites de una banda de escritorzuelos ambiciosos y sin recursos creativos, pero duchos en intrigas político-culturales y en el dominio de los nuevos modos de publicidad y autopromoción, como son los blogs e internet, lo que les ha servido para hacerse de un nombre en la descocada aldea rimense (aunque pujan por existir junto al Manzanares, o en Barcelona). Thays fue durante mucho tiempo, junto con Gustavo Faverón, el muchacho de los mandados de la mafia literaria peruana enquistada en el diario El Comercio y que encabezaban, y encabezan todavía, Alonso Cueto y Fernando Ampuero. Aunque trabajo les ha costado, ambos, Thays y Faverón, hoy forman parte de la mafia por derecho propio. La mafia "regia", "blanca" o "criolla", como se quiera; clasista, derechona y belicosa, en última instancia, en la defensa de sus mediocres fueros, ha perdido por ahora El Comercio, pero aún le queda Caretas. A Thays y a Faveron les quedan, ademas, sus blogs, convertidos en "poderosas" baterías para echarse flores, para ensalzar a sus amigos y benefactores, y, siempre, siempre, para escupir al cielo... contra sus enemigos.
.